viernes, 5 de agosto de 2011

Dios se parece a ti



Y de nuevos me hablas de tus  males
De  tu penuria sufrida en la  vida, 
de tus sinsabores en tu diario trasegar. 
Acaso no sabes la  verdad revelada:
  sólo por haber nacido
eres glorioso; inmensamente grande, 
porque  Dios se parece a ti 
eres lo más sublime y perfecto de la creación  

Grandes somos pero la ignominia nos vilipendia. 
La sociedad nos clasifica 
El dinero y la nobleza nos separan. 
Aunque de madres abnegadas hayamos  nacido
por  la cuna  donde crecimos nos etiquetan. 
Que nunca te contraiga  tu pobreza
  porque  pobres fueron los que viven en el cielo
bienaventurados los pobres dijo el nazareno;
por un orificio de aguja jamás pasará un camello. 
El dinero y el poder no siempre hace feliz, 
y tu tesoro en la tierra es tu honradez
no adquirible con todas las fortunas terrenales
ni con lujos, ni comodidades, ni placeres.
 
Ese es tu valor más grande:
caminar libre como el viento, 
con tus brazos abiertos y de frente a la vida,
gritándole al mundo con orgullo impetuoso, 
que todos  los que se han burlado de ti;
todos  los que te han humillado
todos  los que te han sido injustos
jamás podrán señalarte  la deshonra.
  Por sólo eso has vencido amigo mío
y  jamás te rindas a la desgracia.
Sufrir nos hace fuertes y a veces sabios.
Trabaja duro y con esmero, 
sin dejar de servir a los demás.

Se feliz que lo mereces,
con la  búsqueda eterna de la prosperidad, 
porque tienes derecho a ser feliz
a contemplar sereno el sol y las estrellas,
a amar y ser amado sin miedo al desengaño
a ver en el tiempo uno a uno tu generación
aunque la torpeza de tu ancianidad te sorprenda, 
con la madurez  ceñida en tus canas
  
En el epitafio  de tu fría tumba
y en la mente de los que aun viven 
deja algo a este mundo:
un poema, una canción, un proyecto, un invento,
deja una dedicación o con pasión una labor.
  Deja ternura, deja amor,
deja  cura para el dolor,
pero que nadie ignore tu vivir,
que el mundo sepa que viviste.

Deja algo tuyo al  mundo
porque es triste ser como el cerezo aquel
que de una semilla diminuta descendió
cual generoso  por dulces frutos que deleitamos, 
pero en leña quedó y en fuego acabó;
se fue para siempre perdido en el tiempo
sin provocar un recuerdo, un suspiro, una ilusión
  
Somos, mucho más que un arbolillo acogedor
somos razón, somos alegría, somos pasión
como profundo  es el tiempo
profundo nuestros recuerdos
limpia tus lágrimas y no llores más
grita al mundo tu alegría 
levántate y anda, se feliz 

Arturo Muskus Villalba