Cuenta la leyenda que en noches oscuras de Puerto Colombia
Aparecía una ninfa de tez morena en el viejo muelle,
aquella que con su sensualidad de hembra deseada
embelesaba a marineros y viajeros sobre las blancas olas.
Enamoraba tambien a despechados por amores furtivos imposibles
que una vez de salir ebrios de las cantinas del pueblo,
entre los candiles de faroles y mechones en calles oscuras y solitarias,
llegaban al viejo muelle, testigo mudo de promesas incumplidas
que generaban locura total por mal de amor en esperas eternas.
Con ojos esperanzadores y en cada tarde al apagarse el sol en el mar,
oteaban desconocidas gentes en busca de su amada perdida
o mujeres ilusas víctimas de amores de marineros
en la espera loca de saciar la sed del desengaño y la locura,
entre estibadores, amarres, grúas y ruidos de máquinas al sol ardiente
y en cada vapor que atracaba a ese puerto de mil amores.
Sí... Derramaban sus lágrimas de hombre enamorado al inmenso oceano,
en la punta del majestuoso muelle, al sumbido de la pícara brisa:
Marineros y viajeros, ilusos por amores calamitosos e imposibles
en medio del inmenso estropicio del reventarse violentamente las olas,
veian la imagen de esa musa del mar entre algas y pilotes.
dicen que ella es Ana Torrijos, la que murió de amor esperando una promesa,
la que un día se lanzó al mar llena de decepción y tristeza,
por un vaporino frances de excelsa figura y gestos de galán,
ese que rompió su inocencia, su linaje de bien y sus sueños de mujer.
Es ella... dice el pueblo. La han visto desnuda en las verdes rocas,
salpicada por las olas,con rostro brillante y cuerpo deslumbrante.
lleva un velo negro en su cabello, dejando ver su mirada tentadora,
ese velo representa su rechazo a la vida y su odio al viviente.
En noches sin luna ahí está el muelle y está ella acechando a sus víctimas,
con los pilotes saturados de verdín en esa mole de concreto.
Hombres atrapados por su belleza y sus súplicas de amor,
que en redes de algas trenzadas eran conducidos silenciosos
al fondo del mar donde ella se saciaba de amor y sexo,
luego los liberaba y el cadaver salía a flote en la oscuridad del mar
y era arrastrado por la corriente hasta que un trasnochador pescador
lo divisaba seguramente más allá de Cerro Hermoso
y avisaba a las autoridades la existencia de una nueva víctima.
Arturo Muskus Villalba