Marcharse? hágalo, usted sabe cómo hacerlo.
Por esa puerta donde usted
entró tomada de mi mano.
Con la fascinación de haber
hallado una nueva vida
tocando ese hogar sensible a
su paz buscada
despertando en mí, la libido de sus años nuevos,
con su figura joven de hembra seductora y deseada,
con su cálculo de dama
díscola y ambisiosa.
Qué más pude darle, sino un mundo íntimo y seguro
de aceptación a su pasado y mitigación a su dolor
sólo logrado con mi razón y
templanza de mis años viejos.
Márchese, que no podría llorar en su recuerdo,
Porque no habría en mí,
melancolía alguna
para recordarla dormida y desnuda en mi lecho.
Y sólo querría de usted, que se lleve un recuerdo eterno
de ese que en su triste vida soñó con su amor fugaz,
que como vuelo de mariposas en abril:
se fue para siempre, con el gozo de lo nuestro vivido
y con la senda correcta, señalada con mi aventurero espíritu.
Y no la extrañaré, aunque sé que usted me ama.
No sé de qué forma, pero me ama, usted lo sabe.
Sé que para usted no solo fui un placer más en cama ajena.
Váyase para siempre con su belleza
y destreza
tal vez con su pérfida estrategia usada
sólo para lograr ser una dama amada y deseada.
de nimiedades que ansió y que pude darle.
Porque es verdad que soñé con su amor y su loca pasión,
pero reconozco que de algo he de estar seguro:
Que una sola gota de lágrima
y ni una sola gota de vino
Han de merecer este amor.
Debe saber, señora amada y deseada
que… si ahora traspasa esa puerta,
que es también la puerta de mi aliento a la vida,
usted no entrará más.
Señorita: no le temo a extrañar su amor.
Es que... No le temo a llorar por un fracaso más.
De convivir, una vez más, con el fantasma frio de mi soledad,
con el recuerdo de retiros con la incomprensión y lo pugnaz
No le temo al recuerdo de su cálido cuerpo en las madrugadas
despertados por el trino primerizo de las mirlas en la ventana.
No le temo al recuerdo de su turbulento cuerpo desnudo
mojado en las aguas cristalinas del mar Caribe.
No le temo a su cabello
respirado por mí
cuando dormida y cansada se
recostaba a mi pecho.
No le temo al espejo de su tocador, que la vio desnuda y calló,
ni al recuerdo de sus manos
bellas que acariciaron mis mejillas
adornados por el oro y brillantes
de mi locura por usted,
ni a su perfume francés que al sentirlo la busco deseoso.
Váyase si quiere, señora deseada y …
no venga más, porque no estaré para recibir su arrepentir
pues, mi locura y mi debilidad es la causa de este dolor
no merezco que usted vuelva a decirme que empecemos otra vez.
Por eso señorita…
váyase de una vez, y no hagamos eterno este padecer.
Recuerde: Y quién fue ese quien calmó su inmadurez y furor
Y quién le complació su locura y su vanidad, sólo para ver su
sonrisa
Su sonrisa perfecta de labios de rubí y fresas maduras.
Y quien le secó sus lágrimas con labios ansiosos?
para calmar el dolor de sus recuerdos de infancia
Y quien le ofreció el mejor
instante de su vida?
para hoy quedar con estas manos vacías.
Señorita, puede marcharse, pero… nunca encontrará quien la ame más
que yo.