domingo, 24 de mayo de 2020

AQUEL MANGUITO CAÍDO



Ese árbol de mango que yace caído,

quien gritaba al mundo  la existencia de Dios,

con su follaje  verde y espigas doradas al sol

fue testigo mudo y milenario en una zona vecinal,

de particulares hechos de mi bella familia

que evoco desde mi ser romántico y bohemio,

con sentimiento de melancolía y nostalgia

porque el destino sórdido e ineludible,

le rompió 50 años de dulces y jugosos frutos

además de un sombrío fresco y seguro.

 

Frutos que a diario alegraban nuestra mesa

al deleitar el manjar de su exquisito y nutritivo sumo.

Pues la piqueta demoledora del progreso,

en cada golpe de la fría hacha

y en cada gota de sudor de su verdugo leñador,

acabó con ese fresco sombrío y su verdor

que era atrayente de sonrisas gratas y amables

al encanto  de ambiente sano y acogedor.

 

Ese progreso que el mundo material,
generador de vanidades y poderes,

que no es otra cosa que la soberbia humana

destruye  paulatinamente  la obra  de Dios,

y que cada día que pasa ofende aquella cuna

donde crece el milagro de la vida,

algún día vengará su caída ese agraciado árbol

y no habrá  milagro capaz de remediarlo.

 

Ese arbolito hermoso  diciente del mundo de hoy,

exaltador bondadosos de espiritualidades,

se llevó para siempre las miradas de humildad

y pensamientos de alegría y esperanza,

nos exponía su dulce cosecha y fresca sombra

cuando en busca de tranquilidad y reposo

nos sentábamos en nuestro jardín

para establecer relación de familia buena.

 

Arturo Muskus Villalba

 


miércoles, 25 de abril de 2018

A UNA TAZA DE CAFÉ CON CUERPO DE MUJER


Me deleito con tu aroma y con tu sabor que encrespa mi aliento

llegas oportuna  en mi vibrante alma floreciendo mis adentros

Adentros que calientas con tu exquisito sabor aliviando mis hastíos

Adentros que acaricias con mi deleite  a tu oscuro y fascinante cuerpo

Y estás tú, desnuda,  mi cálida compañera eterna

Explorando tu figura espumosa y humeante desde mi ardorocidad por ti

Con tu amargo  y dulce  siempre eres alegre  compañía

Con mi abatido y turbulento existir en un camino sin final.

En mi larga noche en vela con mi obsesivo pensar

Con la búsqueda fatigosa de soluciones a mi vida

Reflexiono día a día y digo que tu ausencia me tortura

Me despiertas y como linterna alumbras mi oscuridad

Siendo aliciente que me alivia y me trasporta a un más allá

Esa eres tú, mi tierna amante,

Mi dulce amarga taza de café. 

                                                
                                                 Arturo Muskus Villalba 


domingo, 7 de enero de 2018

Tus huellas en la arena no se ven… papá.



Ayer soñé contigo papá:

que ambos caminábamos por una playa solitaria, estrecha y larga

que se adentraba en la inmensidad del mar azul,

donde en ambos lados veíamos el blanco resplandeciente de la espuma

y las olas reventarse contra los acantilados en la lejanía.

Hablábamos muy divertidos, mientras me llevabas de la mano,

pues me veía como un niño tal vez de ocho años;

pero me llamó la atención que tus huellas no se formaban

porque el agua mojaba tus pies.

mientras que las mías quedaban fijas en la arena

de color oscuro contrastando con el dorado brillante que forma el sol.

Te dije que dejaras las huellas como lo hacía yo.

Me respondiste que no podrías dejar huellas en la arena.

y que siguiera las mías al regreso para no perderme,

porque tú no regresarías más conmigo,

pues donde íbamos a llegar no podría yo entrar.

Así fue, me dejaste en una edificación al final del mar

Algo extraño que no recuerdo y regresé solo y desconsolado,

Siguiendo mis pequeñas pisadas hasta ver el consuelo de mi madre.

Ahí desperté reconociendo tu inspiración sobre mí en el más allá, papá.

Te recuerdo mucho padre bueno. Me haces mucha falta.

Este sueño lo tuve cuatro días después de tu ida.

Paz en tu tumba papi.


A mi padre fallecido el 4 de mayo de 2015.  Ricardo Muskus Vergara

viernes, 16 de octubre de 2015

Mis Rosas Negras de Amargura




En las ruinas de  mi espíritu quebrantado
digo:  sabiendo que usted ahora no me siente,
que esas flores rojas que en tus manos te he dado
yacen en un basural con mi padecer viviente.


Me acerqué a ti hurgado por mi timidez
para ti tan especial, ese  día
y puse en tus manos colmadas de gelidéz
ese racimo de tu amor, henchido en melancolía


Por ese triunfo tuyo de fortaleza y decoro
y en medio de la muchedumbre que te enaltecía, 
las vi negras, esas flores, motivo que ahora lloro 
junto a mi ilusión contigo ya en la agonía


En el terror de mi soledad que me tortura
me alegré cuando tus manos las tomaron
pero al instante vi tu sonrisa perjura
por esas rosas negras que mi dolor colmaron


Inmersa en tu júbilo, de ti yo me alejé vencido
Volví a mirarte y esas rosas ya no estaban.
A mi espalda despreciaste mi amor fortalecido
sepultando por siempre ese amor cual soñaba


Con mi alma destruida y aun humeante
y en el palacio del dolor, vehemente te diría:
que hubiera preferido verme agonizante
que esas rosas rojas repudiadas aquel día


En esas rosas  rojas está mi padecer.
mi arrepentimiento de mis desdenes y locuras
mis ilusiones de ser el dueño de tu ser
mis noches negras de amarguras. 


Me alejé mirando esas flores de triste elegía
que gritando al vacío me llamaban
hasta ver solo un punto rojo en la lejanía
y entre el piso y la muralla fría
divisé mis ilusiones contigo.  


Arturo  Muskus Villalba
27 de Diciembre 

sábado, 5 de julio de 2014

Señorita, puede marcharse, pero… nunca encontrará quien la ame más que yo.






Marcharse?  hágalo, usted sabe cómo hacerlo.

Por esa puerta donde  usted entró tomada de mi mano.

Con la fascinación  de haber hallado una  nueva vida

tocando  ese hogar sensible a su paz buscada

despertando en mí, la libido de sus años nuevos,

con su figura joven de hembra  seductora y deseada,

con  su cálculo de dama díscola y ambisiosa.

Qué más pude darle, sino un mundo íntimo y seguro

de aceptación a su pasado y mitigación a su dolor

sólo logrado con  mi razón y templanza de mis años viejos.



Márchese, que no podría llorar en su recuerdo,

Porque  no habría en mí, melancolía alguna

para recordarla dormida y desnuda en mi lecho.

Y sólo querría de usted, que se lleve un recuerdo eterno

de ese que en su triste vida soñó con su amor fugaz,

que como vuelo de mariposas en abril:

se fue para siempre, con el gozo de lo nuestro vivido

y con la senda correcta, señalada con mi aventurero espíritu.

Y no la extrañaré, aunque sé que usted me ama.

No sé de qué forma, pero me ama, usted lo sabe.

Sé que para usted no solo fui un placer más en cama ajena.   



Váyase para siempre  con su belleza y destreza

tal vez con su pérfida estrategia usada

sólo para lograr ser una dama amada y deseada.

de nimiedades que ansió y que pude darle.

Porque es verdad que soñé con su amor y su loca pasión,

pero reconozco que de algo he de estar seguro:

Que una sola gota de lágrima

y ni una sola gota de vino

Han de merecer  este amor.



Debe saber, señora amada y deseada

que… si ahora traspasa esa puerta,

que es también la puerta de mi aliento a la vida,

usted no entrará más.

Señorita: no le temo a extrañar su amor.

Es que... No le temo a llorar por un fracaso más.

De convivir, una vez más, con el fantasma frio de mi soledad,

con el recuerdo de retiros con la incomprensión y lo pugnaz



No le temo al recuerdo de su cálido cuerpo en las madrugadas

despertados por el trino primerizo de las mirlas en la ventana.

No le temo al recuerdo de su turbulento  cuerpo desnudo

mojado en las aguas cristalinas del mar Caribe.

No le temo  a su cabello respirado por mí

cuando dormida y cansada  se recostaba a mi pecho.

No le temo al espejo de su tocador, que la vio desnuda y calló,

ni al  recuerdo de sus manos bellas que acariciaron mis mejillas

adornados por  el oro y brillantes de mi locura por usted,

ni a su perfume francés que al sentirlo la busco deseoso.




Váyase si quiere, señora deseada  y …

no venga más, porque no estaré para recibir su arrepentir

pues, mi locura y mi debilidad es la causa  de este dolor

no merezco que usted vuelva a decirme que empecemos otra vez.

Por eso señorita…

váyase de una vez, y no hagamos eterno este padecer.



Recuerde: Y quién fue ese quien calmó su inmadurez y furor

Y quién le complació su locura y su vanidad, sólo para ver su sonrisa

Su sonrisa perfecta de labios de rubí y fresas maduras.

Y quien le secó sus lágrimas con labios ansiosos?

para calmar el dolor de sus recuerdos de infancia

Y quien le ofreció el   mejor instante  de su vida?

para hoy quedar con estas manos vacías.



Señorita, puede marcharse, pero… nunca encontrará quien la ame más que yo.