Segunda Parte
Tengo que decir que
desde niño he sido frágil al dolor ajeno; y me exijo mucho para mitigar algo
injusto sobre alguien de mi entorno, aunque sea consiente que no soy el culpable.
Por eso me regalé "El quijote que llevo por dentro": es una poesía
que yo me escribí, pues al paso del tiempo y con más de ciento cincuenta poesías
en mi numen, ninguna había sido para mí. Qué falta de respeto y consideración
para conmigo mismo, pensé. A pesar de todo el mundo gira y la gente busca la
felicidad a su acomodo, busca sus amenidades, aunque unos de la forma más
miserable y poca cosa. ¡Y qué raro¡ los que buscan la felicidad más baladí son
aquellos que precisamente lo tienen todo y se creen que viven en la gloria,
pero se deprimen a diario por pasajes de su vida profesional y social; sé que
pocos pueden decir que llevan una vida apenas normal. Nadie puede ser mas feliz
que yo cuando llego a mi rancho de veraneo, donde escribo mis supuestas
estupideces liricas, y me tomo una puta cerveza fría; ¡juro que lo gozo! Y si
vieran la casa de ese lugar retirado donde sueño; se me está cayendo y le debo
dos quincenas al cuidandero. Pero me importa un rábano, soy feliz. Vivo esta
vida a toda como si supiera que mañana moriría. Me rio a carcajadas de todo,
porque no comparto el mundo con ángeles, sino con gente que una vez al día se
ensucia de mierda al menos el culo y a veces el dedo. El que menos corre vuela.
Comparto este mundo con el que ha
deseado la mujer del amigo; el que no entregó los veinte mil pesos que el
abarrotero le dio de más; con el que fumó mariguana 2 o 3 años hasta que cogió
algo de juicio (como yo); con el que se masturbaba sentado en el inodoro
inspirándose en la profesora de ingles, la pobre víctima imaginada con una
expresión de excitación casi ninfómana que gemía y gemía, pudiendo ser más
digna y remilgosa que mi propia madre; con el que borracho putió a su novia, la
que sólo dos horas antes le había dicho: “te amo Sonia y te amaré toda la vida”;
con el que dijo que estaba en el trabajo de madrugada a su soñolienta mujer que
lo esperaba hacía ocho horas; pero simplemente estaba culiando con su nueva
secretaria de rasgos interesantes, con una avidez de egocentrismo tal, que no le
importó involucrar su entrepierna rasurada especialmente para ese momento, consiente
que su paquetón jamás sería despreciable por su decrépito impotente y
manoseador jefe. Por eso no me importan mis errores, y los seguiré cometiendo
porque no soy el enviado de Dios, porque sé que los de grandes remilgos, son
los grandes pecadores. Fariseos hipócritas, dijo el que más siguen en el
twitter del tiempo. Y mientras no atente
contra mi dignidad, ni contra mi pobre economía --la que me basta para ser
feliz-- ni contra el prójimo, seguiré viviendo así; seguiré desnudando a las
mujeres bellas con mi roja mente de cincuentañero cuando las veo en la calle;
seguiré pensando qué hay más allá de ese colibrí que vi ayer posándose sobre un
clavel encendido que mi madre sembró hace 20 años. Seguiré tomando aguardiente con
gente que solo tiene la vida en su haber en un mundo complicado y seguiré
escribiendo poesías y novelas; seguiré
luchando por lograr la posteridad en
medio de unos semejantes que me ignoran muchas veces, hasta que la vida me
ordene el último suspiro. Y gracias por leer estas estupideces; estupideces que
son de verdad, escritas con la pluma más soez pero desde bien adentro y que los
beatos del manto hipócrita pueden impugnar. Hoy te dije algo de verdad que vale más que miles de palabras rebuscadas
que emiten los políticos y la gente que respira el mundo de la elite y la
cultura reconocida. Hoy, simplemente…
quise que leyeras esto.
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